Veintisiete de marzo




Hoy es el día  mundial del teatro y pido perdón porque me voy a tomar la libertad de hablar de él como si tuviera la razón. Si crees que no hablo en tu nombre tranquilo, pondré el mío al final.

Me encantaría saber con exactitud la cantidad de veces que dije convencida que el teatro no me gustaba, y sé con certeza, que si no me hubiera tropezado con todo lo que me llevó a mi segundo año de carrera, hoy seguiría diciendo lo mismo.

El teatro no me gustaba porque no lo conocía, porque no lo seleccionaba. Porque tenía de él una idea rancia y casposa muy alejada de la realidad. Creía que tenía dos puertas: Una muy grande, porque tenía que pasar todo el pueblo. El día que había función daba igual el título y como si esto fuera 1604, el vecindario dejaba sus caballos en la puerta y pasaba a la sala, porque había que ir. Y una puerta muy pequeña por la que sólo entraban perroflautas. Yo me ahogaba en las multitudes y tampoco era una perroflauta, que me ponía palabras de honor con zapatos de chúpamelapunta. Así que comencé a estudiar Artes Escénicas diciendo con mucha firmeza que quería ser bailarina y actriz, pero de cine. Poco a poco empecé a rozarme forzosamente con el teatro y a conocerlo. A conocerlo de verdad. Al poco tiempo pasé de verlo por encima del hombro a sentir que me pisaba por mucho que yo me pusiera de puntillas.De repente lo valoraba mucho, quizás demasiado. Tanto que no me creía con el derecho de tocarlo, de formar parte de él. ¿Quién soy yo para interpretar a Lorca? He necesitado mucho tiempo para poder verlo como lo veo ahora, y se lo debo a tanta gente que no sabría por dónde empezar. Ahora, soy capaz de decir que soy actriz y enorgullecerme de ello. Ahora sé por qué estoy aquí y por qué quiero seguir en esto. Sé lo que para mí es el teatro y sobretodo, sé lo que quiero ser yo para él.

El teatro per sé no es, no se conjuga. El teatro no es un ente al que estar agradecido. El teatro no te toca con un dedo de oro cuando naces para decirte que eres uno de los elegidos. El teatro ni siquiera grita alto su nombre cuando se presenta y apenas levanta un poco el brazo cuando pasan lista. El teatro es sólo un género que ni siquiera es leído. Nadie te habla de él y llora porque no sabe comer sólo. El teatro per sé no es; el teatro, somos.
Somos quienes lo hemos conocido en algún momento de nuestra vida y hemos decidido quedarnos sin importar de qué manera. El teatro es quien lo ve, quien lo escribe, quien lo construye, quien lo habita, quien lo difunde, quien lo disfruta. El teatro es nuestro porque nosotros lo hemos creado. El teatro es en la misma medida en la que nosotros somos y tiene lo que nosotros le damos. Y nosotros, que nos sentimos afortunados por haberlo conocido, no caigamos en la trampa de creernos más cultos que quiénes no han sabido aún de él o que quienes sentencian que no le gusta. Porque a lo mejor no les gusta porque no lo conocen. Porque no han podido.

Nosotros, quienes de alguna manera somos teatro, tenemos una única cosa que hacer: cuidarlo. Cuidarlo para que llegue a otros como llegó hasta nosotros. Cuidarlo para que cuando otro lo descubra también quiera quedarse. Cuidarlo para que aprenda a no vivir sólo en la ciudad. Cuidarlo para que la gente pueda decir con propiedad que no le gusta y que no lo quiere ver. Cuidarlo para agradecerle todo lo que nos dio. Cuidarlo para agradecernos, a todos los que somos, el haber llegado hasta aquí.

Feliz día mundial del Teatro.


Irene.

XIII.

I. Miranda




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