Microcuento del roto y el descosido

Siempre hay un roto para un descosido. 

Porque el roto quería algo a su nivel. El roto no quería ser juzgado, solo quería que le mirasen desde donde miraba él. Pero el descosido dijo que ya bastante tenía. Que aspiraba a algo mejor.

Así que el roto se quedó solo y el descosido se fue con la aguja hasta que se vio cosido y no se sintió él. 

El roto más roto que nunca y el descosido en su nueva piel se encontraron por sorpresa y se reconocieron de milagro. Se miraron y les dio la risa. Es verdad, eran tal para cual. 

Y decidieron allí mismo que harían lo único que podían hacer: se arreglarían ellos solos primero, 

y estarían juntos siempre, después.

I. Miranda

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